Silvina Vital | Sala de Lectura



Sala de lectura

El libro quedó sobre el viejo escritorio con la página marcada del día anterior. A un costado, el lápiz de escribir con la punta redonda y gastada. Más allá, la lámpara y su luz tenue encendida. Entre el libro y la lámpara, las fotos de los chicos, de los grandes y de los viejos, todas debajo del vidrio del escritorio de nogal vencido. Algunos cuentos, algunas hojas, y los dibujos de la infancia de los hijos de los hijos. Un cenicero en desuso y un antiguo encendedor de mesa. Una pluma, un tintero y un rincón romántico para los recuerdos prohibidos, arrumbados todos ya por el polvo. Y hacia abajo luego, los relieves en arabesco de los cajones cayendo señoriales hasta el piso. Las alfombras raídas, agotadas por el paso de los pasos. Las maderas de los pisos confundidas con las patas oscuras del sillón de terciopelo gris rancio al final de la sala. La silueta del viejo dibujada de negro en el sillón en penumbras (silueta plomiza, sin quererlo, cayendo siniestra y rígida). La sala de lectura con su luz ligera sobre la imagen del viejo –y el réquiem todo lento, todo pausado y sostenido hasta la extinción del vibrato.








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