guitarra flamenca. Pero, un día, mi voz fue yéndose... fue terrible oírla jadear cansada de cansancio la palabra lejos.
Sin embargo, hay instantes. Hoy es tarde de sábado y algo vibra, danza viene y va rozando en la proximidad de mi laringe, de la intemperie, hasta acariciar la punta de la melancolía.
Y si dedico los próximos dos mil años a soñar que los otoños ya no suicidarán las hojas de los árboles y los mares no demolerán los castillos de arena de las playas, ¿qué?
Y si me sueño tres siglos atrás trazando los caminos que nunca anduve para arribar a los sitios que nunca me atreví a llegar, ¿qué?
Y si me lanzo desde una nube sin más paracaídas que una mochila de caricias y una bufanda de abrazos, ¿qué?